EL DARSE CUENTA

1. El darse cuenta del mundo exterior: Esto es, contacto sensorial con objetos y eventos que se encuentran fuera de uno en el presente; lo que en este momento veo, toco, palpo, degusto o huelo. Es lo obvio, lo que se presenta de por sí ante nosotros. En este momento veo mi lapicero deslizándose sobre el papel formando una palabra, escucho el ruido de los carros pasando por la avenida, huelo el perfume de una joven que pasa por mi lado, siento el sabor de una fruta en mi boca.

2. El darse cuenta del mundo interior: Es el contacto sensorial actual con eventos internos, con lo que ocurre sobre y debajo de nuestra piel. Tensiones musculares, movimientos, sensaciones molestas, escozores, temblores, sudoración, respiración, etc. En este momento siento la presión de mi dedo índice, mayor y pulgar sobre mi lapicero al escribir; siento que deposito el peso de mi cuerpo sobre mi codo izquierdo; siento mi corazón late, que mi respiración se agita, etc.

3. El darse cuenta de la fantasía, la Zona Intermedia (ZIM): Esto incluye toda la actividad mental que transcurre más allá del presente: todo el explicar, imaginar, adivinar, pensar, planificar, recordar el pasado, anticiparse al futuro, etc. En este momento me pregunto qué haré mañana en la mañana, ¿será algo útil, bueno?. En Gestalt todo esto es irrealidad, fantasía. Aún no es el día de mañana, y no puedo saber y decir NADA acerca de ello. Todo está en mi imaginación; es pura y simple especulación, y lo más saludable es asumirlo como tal.

La idea de «el aquí y el ahora», de la experiencia inmediata y del presente, es uno de los principios más importantes y a la vez más difíciles de mantener cuando se realiza la terapia gestáltica. ¿Por qué? Por la sencilla razón que las personas tienden a hablar continuamente del pasado y de sus experiencias como si fueran hechos históricos.

Por eso, con el objetivo de fomentar la conciencia del ahora, se les sugiere que se comuniquen en tiempo presente. Para lograr este objetivo se les suelen hacer las siguientes preguntas: ¿Qué te está pasando ahora mismo? ¿De qué tienes conciencia ahora? ¿Qué estás sintiendo en este instante? ¿Qué necesidad sientes que está surgiendo en ti en este momento? De esta forma se promueve un intercambio en «aquí y ahora».

Obviamente, esto no significa que el material pasado no tenga importancia pero en la Terapia Gestalt se intenta incorporar ese material a la experiencia presente, y para ello, cuando surge, se le pide a la persona que lo haga y lo exprese como si lo estuviera viviendo ahora mismo, como si ese sentimiento que ha aparecido estuviera sucediéndole ahora. Así se evita así el «sobreísmo», es decir, hablar acerca de algo en lugar de sumergirse en esa situación.

El «sobreísmo» hace que se pierda la intensidad que estaría presente en el caso de traer la experiencia al aquí y el ahora. De esta manera, en la Terapia Gestalt se intenta discernir la necesidad que tiene la persona de hacer intervenir en el diálogo a personas ausentes, la nostalgia que lo lleva a rememorar y volver al pasado, su tendencia a ocupar la mente con temores y fantasías acerca del futuro y todo lo que le perturbó esa experiencia del pasado.

Siguiendo a F. Huneeus, el «aquí y ahora» podríamos definirlo como un estado en que la persona está consciente únicamente de la experiencia sensorial generada en este preciso instante. Lo que está viendo con sus ojos, escuchando con sus oídos y lo que está sintiendo en el plano kinestésico. Es el estado sin diálogo interno, sin fantasías visuales de ninguna especie y, por lo tanto, sin deseos u otros estados emotivos suscitados por ellas. Es el estado presente, sin conciencia del pasado ni del futuro. Evidentemente, en nuestra vida cotidiana no podemos estar constantemente en el «aquí y ahora» porque vivimos en sociedad por lo que necesitamos imaginar por lo menos un futuro próximo y aprovechar nuestras experiencias pasadas y nuestros recuerdos para sobrevivir y manejar la vida. No obstante, esto no significa que en determinados momentos no sea oportuno abandonarse única y exclusivamente al «aquí y ahora», sobre todo cuando queremos disfrutar al máximo de las sensaciones placenteras que nos brindan algunas situaciones como las relaciones en pareja o con los hijos.

Perls distinguía tres tipos de filosofías. La primera es lo que él llamaba el sobreísmo. En esta filosofía se habla  de las cosas, se habla «acerca de» y «sobre» ellas, sin llegar a sentirlas jamás. Dentro de este tipo de filosofía podemos encuadrar las ciencias, donde se dan explicaciones y más explicaciones sin llegar a la experiencia directa y enriquecedora, aquélla que nos hace crecer y cambiar, que nos permite mayores aperturas, y contactos más ricos.

La segunda es lo que él llamaba el debeísmo. Dentro de esta filosofía encuadramos la moralidad con sus continuos deberías;: «Deberías ser de esta manera o de esta otra«, «Deberías cambiar esto o aquello«, «Deberías no haber hecho esto o aquello«… Es la filosofía de las prohibiciones y de las órdenes.

Sin embargo, y a pesar de que la gente repite continuamente estas ideas y pensamientos, la experiencia nos demuestra que los «deberías» rara vez son llevados a la práctica, mientras que, por el contrario, nos provocan sentimientos de malestar y de culpa cuando no los realizamos. Como sabemos, los sentimientos de culpa esconden sentimientos agresivos hacia las personas hacia las que se tienen estos sentimientos. A menudo los sentimientos de culpa desaparecen cuando los hacemos conscientes y los expresamos directamente o a través de una silla caliente.

La tercera filosofía propuesta por Perls es el existencialismo, que intenta trabajar con el principio del darse cuenta y del aquí y el ahora, con la experiencia inmediata, las sensaciones y las necesidades. Dos de las grandes aportaciones del existencialismo a la terapia gestáltica son la responsabilidad y el suavizar las normativas sociales y morales.

Obviamente, reconocer qué pautas de comportamiento asumimos ante las diversas situaciones y vivir según el principio del «aquí y ahora» no solo puede aplicarse por los profesionales de la Psicología sino que también puede ser puesto en práctica en la vida cotidiana. De esta forma, podemos vivir con mayor plenitud cada momento.

En el Enfoque Gestáltico los sueños son vistos como proyecciones de la personalidad del soñante, de su campo experiencial; son partes de su experiencia que se encuentran enajenadas o no asimiladas y que se manifiestan en las imágenes oníricas como mensajes existenciales. Todos los elementos del sueño, así representen a otras personas, a ideas que no son propias o a lugares que no conocemos, se vinculan con nuestra experiencia; deben ser vistos como algo propio, como expresiones propias, que nos pertenecen, pero que se encuentran desgajadas de nosotros.

En consonancia con los principios y reglas de la Gestalt, el trabajo de sueños debe ser realizado en todo momento transfiriendo la responsabilidad por la develación de su significado al propio soñante, no asumiendolo el terapeuta mediante el lucimiento con interpretaciones y comentarios «brillantes» que no sirven de nada. En principio, debe adoptarse como axioma que sólo la persona que sueña es la única autorizada para saber, por sí misma, qué significan sus sueños. Toda otra interpretación desde fuera, al estilo freudiano, atenta contra el respeto que merece el cliente y lo ayuda poco.

Los sueños, al igual que toda experiencia, deben ser experimentados en lugar de explicados. El soñar en sí mismo es un proceso pasivo; los sueños «nos ocurren» y por ello permanecen separados de nosotros, como algo ajeno, sin saber que nos quieren decir y sin utilizar su energía. Por su propia naturaleza los sueños son evitaciones del contacto con lo que nos ocurre; son experiencias reprimidas, «inconscientes», que por diversos motivos no se constituyen en figuras mientras estamos despiertos. Al experimentarse los sueños, utilizando las diversas técnicas gestálticas, el rol pasivo que juegan cambia de giro, y se convierten en algo «que hacemos», pudiendo asumir nuestra responsabilidad por ellos.

Con el trabajo de sueños en Gestalt se persiguen por lo menos dos objetivos: 1) Facilitar que el cliente determine cuál es el mensaje existencial que conlleva su sueño, y 2) Reincorporar dicha experiencia enajenada a su personalidad.

Las técnicas utilizadas son las mismas que se usan comúnmente en la terapia grupal o individual: traer el sueño al presente y al aquí; narrarlo en primera persona (es aconsejable que inicie el relato con la frase «esta es mi existencia» o «esta es mi vida» para facilitar la identificación con lo que se narra), inicialmente tal y como ocurrió, y luego, en un segundo relato, centrándose en los diversos elementos que van apareciendo. El sujeto debe «ser» cada cosa que figura en su sueño. Si sueña con un mar agitado, pues él mismo debe ser el mar, su agitación, los peces que contiene, las algas, la arena, el cielo que lo cubre, las nubes…, sentirse como tales, representarlos, de tal modo que al actuarlos -como en un psicodrama individual donde el cliente representa todos los roles, incluyendo el de libretista- pueda acceder a su mensaje, entenderlos, ver de qué manera se asocian con su vida, e incorporarlos al sí mismo. El terapeuta se limita, primero, a contener sus ímpetus interpretativos y a escuchar con atención lo que se dice y, luego, a guiar al cliente por el sueño haciendo que se detenga en las partes que, según su experiencia, pueden ser importantes, para que las vivencie; en las Gestalten inconclusas que surgen en el relato; en lo que experimenta y, sobre todo, en lo que evita experimentar (llamo aquí la atención sobre las polaridades ocultas: trabajar también con lo opuesto de aquello que se presenta en el relato del sueño; por ejemplo, si en el sueño todo es un prado verde y primaveral se puede hacer que el sujeto se sitúe imaginariamente en un desierto estéril y en medio de una tormenta de arena, así surgirán cosas ocultas que cautamente se evitan y se vivenciarán los opuestos).

En todo momento se debe preguntar: ¿Qué sientes? ¿De qué te das cuenta? ¿Qué te recuerda ello? ¿Cómo se vincula tal o cual cosa con tu vida? ¿Qué evitas? ¿Con quién estás ahora? ¿Dónde estás?, etc., de tal modo que facilitemos el awareness del sujeto.

Finalmente, si hemos realizado un buen trabajo, sin interponer nuestras propias expectativas y deseos de descubrir «grandes asuntos» para sentirnos bien, en el proceso, «sin empujar el río» forzando las cosas, es muy probable que el cliente logre darse cuenta de algo constructivo para él y que facilitemos así su crecimiento.

No debemos desesperar si no logramos un gran «insight»; lo importante es que el sujeto ha reincorporado, en algún grado, su sueño -o mejor, la experiencia que contiene su sueño- a su persona; ha reasimilado su energía. Eso, de por sí, es terapéutico y muy valioso.